Cándida 1 – Izaskun 0

Son las 4.00 h y me acabo de despertar con otro átaque de Cándida. Por segunda noche consecutiva, Ella, mi Okupa, ha reunido a todo su ejército y ha ordenado a sus soldados más preparados que me disparen lanzas de fuego. Precisamente cuando sabe que he bajado la guardia, cuando estoy dormida. No tiene compasión.

Y me ha despertado. ¡Vaya si me ha despetado! Se ha hecho con el control de mis brazos y me ha rascado compulsivamente todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Y todo me escuece. Me escuece como cuando echas agua oxigenada en una herida abierta. Así me escuece. Me escuecen las piernas, me escuecen los brazos, me escuecen la espalda y las caderas, me escuece la cabeza y toda la cara. Me escuecen la manos.

La Rosa Mosqueta no ha podido con este ataque. No ha sido suficiente. Me acabo de embadurnar con la crema de aloe de Jàsön, que hasta ahora me ayudaba a calmarme. Pero hay partes de mi cuerpo que tranquilamente pueden llegar a los cuarenta grados de temperatura.

Cándida no da tregua. Está tirando a matar.

Como me ha dicho hoy Jesús, mi médico, vivo en una montaña rusa. Es mentira. A mí las montañas rusas me divierten y Cándida sólo me produce rabia y ganas de asesinarla con alevosía y premeditación.

Sí, vale, sólo es una crisis, mañana estaré mejor. Ahora mismo sólo quiero dormir plácidamente para mañana intentar ser una persona normal. Estoy harta de ser un eccema con patas, de que cada vez que me miro, las ronchas de mi cuerpo sean más grandes.

ODIO A CÁNDIDA. LA ODIO.